Un seguro de vida no es más que un contrato en el cual la persona que generalmente lo contrata busca cubrir un riesgo determinado, de tal manera de que en el supuesto de que ocurriese cualquier incidente o accidente que terminase en fallecimiento del asegurado la compañía aseguradora compensaría al beneficiario/s de dicha póliza.
Pero lo que muchas personas no saben es que los seguros de vida pueden dividirse en dos tipos, los seguros de vida permanentes, siendo estos los más habituales y donde el asegurado queda cubierto durante toda la vida, y los seguros de vida temporales, que cubren durante determinado periodo de tiempo al asegurado según lo estipulado en la póliza.
Evidentemente la recomendación siempre será realizar un seguro de vida permanente, ya que aunque existen determinados momentos de la vida donde el riesgo a que suceda un accidente sea mayor, los seres humanos estamos expuestos a infinidad de factores, situaciones y circunstancias que pueden provocar el fallecimiento de una persona en cualquier momento de la vida, dejando a personas queridas totalmente desamparadas y destrozadas.
Un seguro de vida temporal únicamente cubre al asegurado durante un tiempo determinado de tiempo, que una vez transcurrido el periodo de vigencia dejará de asegurar a la persona, de modo que si ocurre cualquier desgracia y la persona fallece posteriormente no estará cubierta, y no habrá ninguna familiar, amigo o conocido que reciba la indemnización. Hay que saber que los seguros de vida también tienen sus límites, de modo que habrá que conocer bien cada detalle que interese tanto al asegurado como al beneficiario.
Si deseas proteger a tu familia, amigos, compañeros o a quien tú desees, opta por un seguro de vida permanente que cubra durante todos los años de tu vida cualquier accidente o enfermedad de gravedad que pueda aparecer en los siguientes años a su contratación, y deja una importante indemnización para suplir el duro golpe del fallecimiento.